Excavaron el camino y lo volvieron a asfaltar, lo ensancharon y lo pulieron hasta darle un acabado liso y asqueroso, como el rastro de una babosa, sin baches, ni charcos, ni piedras, ni flores o sombras. Antes había muchas criaturitas sueltas en el camino: saltamontes, hormigas, sapos, ratones, zorros y demás; la mayoría, demasiado pequeñas para moverme entre ellas, ya que en realidad no podían verme. Ahora, las criaturas prudentes evitan el camino y las que son imprudentes acaban apachurradas