Cuentos

Se quedó en el umbral, desnuda, temblando, murmurando: Pedro… Pedro… y poco a poco su rostro se suavizó hasta convertirse en el mismo del retrato.

Mina, olvidas mi retrato —lo tomó y caminó hacia ellos con pasos lentos. La seda cayó en la alfombra—. Enséñaselo a todos, así me verán tal como tú me viste

Anabella volvió a tararear

iguieron varios segundos de lucha sorda, hasta que lograron dominarla y por la fuerza la sentaron en el sofá. Anabella se puso a dar gritos, y luego soltó a llorar como una niña. Mina tomó la seda y la cubrió con ella.

¡No te acerques, bruja cabrona! Es mío.

Trató de abrazarlo y Franco se retiró.

¿Soy bella, verdad? Tu rostro también lo es, tu cuerpo debe serlo, quítate la ropa, necesito tu calor

Quedó desnuda. A pesar de la edad su cuerpo era hermoso. Franco, frente a ella, la miró turbado. Anabella empezó a reír.

En lugar de obedecer, Mina se sentó en un sillón, y asombrada vio que Anabella se desvestía: se puso de pie y, sin ningún pudor se desabrochó el pantalón y lo dejó caer sobre la alfombra

Se quitó los zapatos y subió los pies en el sofá. Empezó a tararear otra vez Madame Butterfly, y sus ojos se clavaron en Franco. Una sonrisa diferente apareció en sus labios, una sonrisa nueva para ellos, que al principio no se percataron de la transformación.