Gimli, hijo de Glóin, ¿tienes tu hacha preparada?
—No, señor —dijo Gimli—, pero puedo ir a buscarla en seguida, si es menester.
—Tú mismo lo juzgarás —dijo Éomer—. Porque aún quedan pendientes entre nosotros ciertas palabras irreflexivas a propósito de la Dama del Bosque de Oro. Y ahora la he visto con mis propios ojos.
—Y bien, señor —dijo Gimli—, ¿qué opinas ahora?
—¡Ay! —dijo Éomer—. No diré que es la dama más hermosa de todas cuantas viven.
—Entonces tendré que ir en busca de mi hacha —dijo Gimli.
—Pero antes he de alegar una disculpa —dijo Éomer—. Si la hubiera visto en otra compañía, habría dicho todo cuanto tú quisieras. Pero ahora pondré en primer lugar a la Reina Arwen Estrella de la Tarde, y estoy dispuesto a desafiar a quienquiera que se atreva a contradecirme. ¿Haré traer mi espada?
Entonces Gimli saludó a Éomer inclinándose en una reverencia.
—No, por lo que a mí toca, estás disculpado, señor —dijo—. Tú has elegido la Tarde; pero yo he entregado mi amor a la Mañana. Y el corazón me dice que pronto desaparecerá para siempre.