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Bøger
Bernhard Schlink

Amores en fuga

  • Adal Cortezhar citeretfor 2 år siden
    ¿Es posible enamorarse de la misma persona por segunda vez? ¿Qué pasa si la segunda vez ya conocemos al otro demasiado bien? ¿Será cierto que para enamorarse es necesario desconocer todavía al otro, que el otro tenga aún espacios en blanco sobre los que uno pueda proyectar sus propios deseos? ¿O quizá, llegado el caso, la proyección puede ser tan intensa que no sólo cubra con sus ilusiones los espacios en blanco del otro, sino todo el mapa que ya nos hemos hecho de él? ¿O quizá se puede amar a alguien sin proyectarse en él?
  • Adal Cortezhar citeretfor 2 år siden
    De todos modos, ninguno de los dos abandonó el dormitorio común. Ella habría podido dormir en su despacho y él en una de las habitaciones de los niños, que ahora estaban libres. Pero ninguno de los dos estaba dispuesto a romper de esa manera con los rituales de desnudarse, dormirse, despertarse y levantarse juntos.
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    En cualquier caso, lo de hacer el amor se acabó, no aquella misma mañana, pero sí al cabo de algún tiempo. En algún momento los dos dejaron de dar el primer paso, aunque ambos habrían estado dispuestos a reaccionar al primer paso del otro. Les quedaba un poco de deseo, el justo para dar el segundo paso, pero no el primero.
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    Dos personas que se quieren se llevan a veces bien, a veces mal y a veces no se aguantan la una a la otra. Es del todo normal. No hay una norma que diga cuántas veces a la semana conviene pelearse. Pero lo que cuenta no es llevarse bien, sino soportarse el uno al otro. Lo que cuenta es si uno soporta al otro porque es de los suyos, o no lo soporta porque no lo es, y si uno está dispuesto o no a renunciar a lo que lo separa del otro.
    Todas las utopías empiezan con conversiones. La gente se despide de sus antiguas creencias religiosas, convicciones y modos de vida y se entrega a otras nuevas, las que constituyen la utopía. Despedirse y entregarse: eso es convertirse. No hay rayos enviados desde el cielo, caídas del caballo, estados de éxtasis ni todas esas tonterías.
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    –¿Nunca ha conocido a una mujer con la que quisiera estar toda la vida?
    –Por supuesto, ha habido mujeres que querían estar toda la vida conmigo. Pero todo tiene un límite. Ya sabe lo que dicen los futbolistas: en cuanto se acaba un partido, hay que empezar a pensar en el siguiente.
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    Oí gritar varias veces a Paula y Sven. Luego volvían a hablar más bajo, y yo tenía la esperanza de que la discusión se acabase. Pero seguía. Me vinieron a la memoria aquellas discusiones insoportables que había tenido con mi mujer hacía muchos años; discutíamos hasta el agotamiento, pero el agotamiento no daba pie a la paz, sino sólo a una tregua que nos permitía recuperarnos y seguir discutiendo con la misma vehemencia.
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    Me sentí impotente. Nos sentamos a la mesa en la habitación grande, Julia y yo a un lado y Sven y Paula al otro, y me pareció revivir escenas de infancia, de cuando algo no iba bien entre mis padres, y la situación me desesperaba, por miedo a que aquel problema que yo desconocía pudiera inflamarse y destruir los cimientos de mi confianza en el mundo. Me vino a la mente aquella inacabable serie de cenas en las que, sentado con mis padres a la mesa, me encogía todo lo que podía para evitar a toda costa ser el detonante de un estallido que parecía inminente. Y ahora también Julia se esforzaba por pasar desapercibida.
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    Pero si el mundo es un lugar luminoso y habitable, es gracias a los peces chicos. Paula no tiene contrato indefinido, e imagínate que quieren quitársela de encima o ella lo deja para escribir la tesis y poder ser profesora titular... Es una suerte que me tenga a mí a su lado, aunque sea un pez chico.
  • Adal Cortezhar citeretfor 2 år siden
    Durante un tiempo Sven se dejó deslumbrar por la sociedad de consumo. Se compró un coche grande, usaba trajes de Armani y llevaba a Julia arreglada como una princesa. A Paula no le parecía bien tanto gasto.
    –Antes vivíamos en el quiero y no puedo, pero eso no nos hacía mejores que los del otro lado. Y ahora nos hemos vuelto igual de arrogantes que ellos.
  • Adal Cortezhar citeretfor 2 år siden
    Un día, en la primavera de 1988, Paula y Sven me llevaron a la Zionskirche. Oí hablar de paz, ecología y derechos humanos, pero por lo demás me pareció una misa como otra cualquiera.
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