Mañana hablarán de nosotros

El presente, muchas veces, cobra su forma definitiva en el pasado, de manera que solo ahora, al cabo de tantos años, tengo la certeza de que no habíamos despertado a un día cualquiera.

Las familias también me decían adiós, con la deliciosa melancolía que suelen provocar los domingos, mucho más cuando se mezclan con los trenes.

el invierno, como siempre que llegaba mi cumpleaños, sacudía por fin las ramas de los aralejos, los cedros, los mangos casi sin hojas, con sus vientecitos leves, grises, del norte, y dejaba caer las primeras lloviznas, un escurrir inseguro que se dispersaba, como una neblina, antes de llegar a la tierra.

Leo lo que me escribes: «Hay que leer un libro como si se leyera la vida; que leer nos hace eternos, que no es solo leer lo que dicen las palabras; que hay que entrar dentro de ellas como si entráramos a una cueva y esperar, ya en el interior, con paciencia, hasta que la tiniebla sea herida por el resplandor inmarcesible de la sensibilidad; esperar que la palabra dé, a nuestras mentes, lo mismo que el fuego a la noche». ¿De dónde sacas palabras tan lindas?

A la mañana, la brutal certeza de que todo vuelve a comenzar.