En medio de la tolvanera se acercaban dos indios harapientos; discutían con la profunda concentración de profesores universitarios deambulando en la Sorbona a la luz de un crepúsculo estival. Sus voces y los movimientos de sus manos refinadas, aunque sucias, eran increíblemente corteses y delicados. Su porte evocaba la majestad de príncipes aztecas; sus rostros las sombrías esculturas de las ruinas mayas.
—'...perfectamente borracho'.
—'...completamente fantástico'.
—'Sí, hombre, la vida impersonal'.
—'Claro, hombre'...
—'¡Positivamente!'
—'Buenas noches'.
—'Buenas noches'.