La vida es una negociación con una misma y con los y las demás. Y esta etapa de la vida es la de la (nuestra) verdad, porque solemos saber lo que queremos, aquello que es negociable y lo que no lo es, nos hemos despojado de falsas vanidades y no nos da miedo presumir de quiénes somos; estamos dispuestas a vivir con coherencia los efectos de nuestras decisiones y acciones, reaprendemos a disfrutar de nuestros cuerpos, nos reímos de nuestras miserias, redescubrimos nuestra espiritualidad, nos desenfadamos con el mundo, aceptamos aquello que no podemos cambiar y seguimos luchando (con más fuerza, si cabe) por los ideales en los que creemos. Y el único pacto que estamos dispuestas a realizar y a someternos es con la vida.