Si no escuchamos nuestro propio sufrimiento, no tendremos oportunidad de mejorar la calidad de nuestras relaciones. Gracias a la conciencia plena, nuestra compasión aumenta y podemos aceptarnos a nosotros mismos. Solo entones tenemos la oportunidad de centrarnos en los demás. Aunque no estén presentes, puedes sentarte en silencio, cerrar los ojos y contemplar el sufrimiento que han sufrido a lo largo de los años. Cuando eres capaz de contemplar el dolor de los demás, comienzas a entender que existen motivos por los que sufren de ese modo. Y dejas de estar enfadado con ellos. Entonces nace la compasión en tu corazón. Cuando sientas esa compasión, estarás más tranquilo, despejarás la mente y estarás lo bastante motivado como para decir o hacer algo para ayudar a los demás a transformar sus problemas. A partir de ese momento, la reconciliación será posible.