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Daniel Sada

El lenguaje del juego

  • Liah Annhhar citeretfor 2 år siden
    Corajudo y patán, Valente cerró puertas. Todas. Tres. Prohibido el acceso. Respeto colosal, tan subconsciente y mudo, ya que al notar el dundo impedimento hubo como sesenta personas cabizbajas decididas a irse farfullando rarezas y burradas y pitorreos y chungas.
  • Liah Annhhar citeretfor 3 år siden
    Íñigo, obnubilado, sin saber el porqué ni el para qué, le disparó a Martina cuatro veces. Certeras cada una de las balas hirvientes: dos entraron directo por la espalda, otra entró por el cuello y la otra por la nuca. Se desplomó Martina. Murió instantáneamente.
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    Yo no quiero tener ningún trato con nadie de tu familia.
    –¿Por qué no? –preguntó ella.
    –Porque me aburre tanta melcocha amorosa.
    Con la aceptación de Flavio Benavides para que
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    mejor el aguante inteligente, si no es que cobarde. Mejor el olvido. Mejor el goce de esa casa bonita que se antojaba limpiar hasta al grado de la ignominia.
  • Liah Annhhar citeretfor 3 år siden
    Martina y cachetearla como a una muñeca de trapo: ¡qué mujer tan torpe! Sonársela, tumbarla sobre un suelo de mosaico negro y casi intentar patearla, pero no lo hizo. Pero es que lo ardoroso calaba: ¡ni modo!: Íñigo tuvo que ir a su cuarto a cambiarse de pantalones cuanto antes y ¡la lata!, y ¡la aceleración! Ver la velocidad quejumbrosa del susodicho semejaba un espectáculo grotesco.
  • Liah Annhhar citeretfor 3 år siden
    Así el gesto de Martina era una bestialidad, nomás por lo exagerado de pintarse colorida para ser vista por alguien que se quedara alelado y con ganas de besar esos labios carmesí, pelotones por carnosos, y pues a ver qué carajos resultaba para bien, porque atraer: ojalá: a un hombre bien valedor, uno que estuviera esbelto y entrara como si nada al negocio familiar a comerse alguna pizza
  • Liah Annhhar citeretfor 3 år siden
    El sangrerío en el campo. La pobreza minúscula cual flor de un espectáculo que nadie, además de ellos, contempló.
    –Ahora viene lo bueno –con altanería dijo aquel experto en armas– : te tienes que reír de lo que hiciste. ¡Eres un asesino!
    Y se rió Candelario: primero tembloroso, y después ya devino su carcajeo brutal: bien chachalaco.
    Los demás sombrerudos también se rieron harto.
    La camioneta aceleró de pronto.
  • Liah Annhhar citeretfor 3 år siden
    ¿Sola salirse?, ¿qué diablos iba a hacer?, ¿dónde trabajaría? En San Gregorio no, entonces ¿cuál destino? El mundo era muy grande si uno lo imaginaba como algo extravagante: lejos lo lejos siempre: inaccesible, por lo cual lo mejor sería juntarse con... lo posible al alcance... un hombre positivo, viajero, aventurero. Alguien que anda andador, sin deseo de quedarse en un lugar cualquiera, alguien enamorado de los desprendimientos, pero que no renuncia a su querer más puro: su compañía de siempre, su amor al rojo vivo.
  • Liah Annhhar citeretfor 3 år siden
    in embargo, la única que sí tenía ambiciones rompedoras era justo Martina, la hija entrecejada. Su análisis taimado le permitía saber con claridad que su vida se estaba encajonando.
  • Liah Annhhar citeretfor 3 år siden
    Dos muertos. Dos espectáculos. Dos espantosas novedades en San Gregorio. Uno de aquellos desafortunados apareció a manera de propela, en cuelgue móvil: huy: de la rama de un roble: haciendo las veces de un badajo alargado: llevador de un compás. El otro ¡vaya caso!: un cuerpo mutilado, cual artificio gacho.
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