Tenía que haber sido una aventura de una sola noche. Y después, tanto Beth Cantrell como Eric Donovan deberían haber seguido cada uno su camino. Esa había sido la única razón por la que él le había mentido sobre su nombre, haciéndose pasar por su alocado hermano pequeño. Y disimulando así su carácter conservador. Pero el deseo poseía su propia lógica, y Eric descubrió que no podía quitarse de la cabeza a la belleza de cabello castaño con quien había compartido una abrasadora noche de pasión. Cuando Beth se enteró de que Eric le había mentido, supo que no era de confianza. Su cerebro la instaba a olvidar a aquel seductor de ojos azules. El problema era que cada fibra de su ser anhelaba volver a estar con él.