Un poco de dolor no daña a nadie

Valía la pena arriesgar un poco

final se salía con la suya.

Parecía otro el sujeto que lo observaba desde el cristal, no él mismo. Sonrió

l viento movía las hojas de los árboles, que susurraban entre sí.

pues con frecuencia lo sacaba de apuros.

La fiebre del 31 de octubre se desató en la ciudad al oscurecerse el cielo.