invasión material y simbólica cometida por cientos de millones de turistas sobre territorios y comunidades de buena parte del planeta es indefendible. La migración forzada de otros muchos millones de personas forma parte de un mismo sistema de dominio: un capitalismo capaz, como hemos visto, de despoblar y sobrepoblar territorios, así como de poner al servicio del lujo turístico –recuérdense los planes para Sri Lanka– los bienes comunes –agua, tierra, energía– de las poblaciones autóctonas.