El hecho de que en la moderna era industrial el ritmo de transformación de los países avanzados de Europa Occidental y Norteamérica fuera mucho más rápido que el del resto del mundo llevó a muchos observadores externos, entre ellos algunos eminentes eruditos, a afirmar erróneamente que las sociedades de Oriente Próximo, incluida Palestina, estaban estancadas y eran inmunes al cambio, o incluso que se hallaban «en declive».[