Maryse Condé

Yo, Tituba, la bruja de Salem

  • Frigáneahar citeretfor 2 år siden
    Cocinar tiene la gran ventaja de poder mantener el espíritu libre mientras las manos se atarean frenéticas, presas de una creatividad que tan solo les pertenece y les incumbe a ellas.
  • Rocío Toledohar citeretfor 10 måneder siden
    Era un padre, un salvador, ¡un refugio!
  • Rocío Toledohar citeretfor 10 måneder siden
    No es un nombre asante. Yao se lo inventó para dejar así bien claro que yo era hija de su voluntad y también de su imaginación. Hija de su amor.
  • Maricruz Barrera Chávezhar citeretsidste år
    Se decía. Se contaba. Se inventaba. Y el aire se llenó de un gran murmullo de palabras tenaces y suaves como las olas del mar.
  • Lizzette Canohar citeretsidste år
    Será preciso que la sangre inunde nuestra memoria. Que nuestros recuerdos floten en su superficie como nenúfares teñidos de rojo.
  • Lizzette Canohar citeretsidste år
    «No manches tu corazón. ¡No te vuelvas como ellos!». ¿Acaso vale la pena pagar tan alto precio por la libertad?
  • Frigáneahar citeretfor 2 år siden
    El cielo es mi trono

    y la tierra estrado de mis pies.
  • Claudia Hthar citeretfor 2 år siden
    ¿Dónde estaba Satanás realmente, entonces? ¿No se escondería quizá entre los pliegues de los abrigos de los jueces? ¿No hablaría entoces a través de la voz de los juristas y de los hombres de la Iglesia?
  • Elizabeth Alvarez Joséhar citeretfor 4 timer siden
    Repasé mentalmente el discurso de la anciana: «¿Qué sería de este mundo sin nosotras? ¿Eh? ¿Qué sería de este mundo? Los hombres nos odian y, sin embargo, los ayudamos a llevar una vida menos triste y miserable. Gracias a nosotras son capaces de modificar el presente e incluso de leer el porvenir. Gracias a nosotras pueden conservar la esperanza. Tituba, nosotras somos la sal de la tierra».
  • Elizabeth Alvarez Joséhar citeretfor 4 timer siden
    ¡Era de nuevo Abena, hermosa y fresca, Abena en la flor de la juventud! ¡Sí, era ella! Y yo volvía a cumplir seis años y a tener toda una vida por delante para llorar.

    Chillé. Pero cuanto más chillaba, más necesitaba seguir chillando. De dolor, de rabia, de impotencia, de cólera. ¿Cómo era posible que el mundo estuviera tan mal hecho? ¿Cómo había terminado convirtiéndome en una esclava, en una huérfana, en una paria? ¿Por qué me habían separado de los míos? ¿Por qué me había obligado a vivir entre gentes que no hablaban mi idioma ni compartían mis creencias, en aquel país grosero y arisco?
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