Laird Koenig

La chica que vive al final del camino

  • Daiyahar citeretfor 3 måneder siden
    Ellos. Mario le había preguntado una vez quiénes eran ellos. Ese era el peligro con el que ambos vivían. Cualquiera podía ser ellos.
  • Daiyahar citeretfor 3 måneder siden
    —Mi querido, queridísimo Mario, no te vayas nunca. ¿Me lo prometes?
  • Daiyahar citeretfor 3 måneder siden
    El juego es para personas que quieren reglas porque tienen miedo de creer en algo en lo que todos los demás ya no creen. Les asusta salir de sus cuatro paredes y hacer algo con su vida. El juego es para personas que quieren que les digan qué hacer.
  • Yaneli Castellanos Ghar citeretfor 8 måneder siden
    Cruzaron miradas fugaces. Una vez más, se había dicho algo que los incluía en un futuro común.
  • Yaneli Castellanos Ghar citeretfor 8 måneder siden
    la casa pronto la llenó de un júbilo tan grande que cerró los ojos en un intento por atrapar esa felicidad, por impedir que el momento pasara.
  • Jeroaméhar citeretfor 8 måneder siden
    —Qué silencio —dijo él, y por primera vez bajó la voz—. Escucha. A veces, desde esta casa se oye el mar. Esta noche solo se oye el viento.
  • Jeroaméhar citeretfor 8 måneder siden
    mientras la luz tenue y temblorosa del fuego empujaba las sombras hacia los rincones
  • Dianela Villicaña Denahar citeretsidste år
    Supongo que debería hacer un esfuerzo, pero la verdad es que no la echo mucho de menos. ¿Tú crees que es muy malvado por mi parte? Y con el paso del tiempo, me temo que sentiré aún menos la pérdida. —No pudo contener una sonrisa mientras se aplicaba protector labial—. No. No la echo de menos, pero la policía parece que… —Dejó la frase en suspenso, pronunció las palabras con deliberada lentitud, como el vaho de su aliento en el aire frío
  • Dianela Villicaña Denahar citeretsidste år
    Me ha gustado cómo te has desenvuelto al teléfono. Demuestra una capacidad de aprendizaje innata. Con la salvedad —la sonrosada cara giró sobre el sonrosado cuello para atisbar la cocina—, con la salvedad del desliz con el coche, eres… brillante. Más aún. Lista. Astuta. Una superviviente.
    Sobrevive.
    La niña estaba llenando el hervidor con agua del grifo. Cuando habló, no miró al hombre.
    —Mi padre dice que la inteligencia es la habilidad de comprender con rapidez la realidad.
  • Dianela Villicaña Denahar citeretsidste år
    No seas pesada. Aquel sábado yo también pensaba hacerte una visita. Cuando salimos de la oficina, mentí. Le dije a mi querida madre que quería ver a los vecinos antes de que cerraran la casa para irse a Florida. Pero en cuanto llegamos al camino ella se dio cuenta de por qué quería venir en realidad. Mi querida madre adivinó mis intenciones. Aparcados ahí fuera, delante de la casa, tuvimos una gran discusión. Me prohibió volver a venir aquí. Me dijo que hablaría con tu padre. A solas. Sobre mí, seguramente. ¿Me crees muy paranoico por pensarlo? Pues es cierto. Pero ya no tiene importancia. Esperé a que ella se fuera. Esperé mucho tiempo. Bajo la lluvia. ¿Recuerdas que llovía? Te vi salir de casa y volver a entrar. Vi llegar al mago cojo en bicicleta y luego irse, también en bicicleta. Para entonces yo estaba calado hasta los huesos y me fui caminando a casa, dejando el coche aquí.
    —Nada de eso es cierto.
    —Nunca lo sabrás. Si le preguntas al agente Ron Culo-Gordo Miglioriti, averiguarás que la policía dejó que el Bentley, del que solo yo sabía que había reaparecido misteriosamente ante la oficina, se quedara allí todo el domingo. Cerrado. Como la caja fuerte de un banco. Puesto que mi querida madre tenía el único juego de llaves, yo no podía abrirlo. El lunes, una grúa lo remolcó al taller de Podesta. Si tan brillante eres, dime qué pasó entonces. ¿Cómo abrí el coche y lo puse en marcha sin las llaves?
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