Los desposados son personas que han descubierto, por medio del amor, la naturaleza local de la felicidad. El amor es una revolución a escala, una revisión de magnitudes; es privado y particular; su objeto es la especificidad de este hombre y esta mujer, lo distintivo de este espíritu y este cuerpo. El amor prefiere lo hondo a lo ancho, el aquí al allá; la toma al alcance […]. El amor es, o debería ser, indiferente a la historia, inmune a ella; un dulce y firme refugio de ella: cuando el día se extingue y las luces se apagan, sólo está este otro corazón, esta otra mente, esta otra cara para ayudar a repeler los propios demonios, o a dar la bienvenida a los ángeles; quién sea el presidente no importa. Cuando uno consiente en casarse, consiente en ser conocido de verdad, lo cual es una perspectiva ominosa; así, uno apuesta a que el amor corregirá lo ordinario de la impresión e invocará el perdón invariablemente requerido por una percepción certera de uno mismo. El matrimonio es exposición. Tal vez seamos héroes para nuestro cónyuge, pero ídolos no.