Los personajes que recorren estas páginas son representantes de esa Belle Époque que también llegó a México a pesar de que el país vivía abismado en las continuas luchas por su independencia y por una guerra civil. Mientras éste definía su futuro, ellos fueron capaces de hacer una colosal fortuna que pasearon por Irlanda, Santander, Londres, París o Nueva York, y que en tan sólo tres generaciones conoció su nacimiento, su auge y su caída. La memoria de los vivos es una novela de pioneros y es también una novela que se adentra en el delicado tejido compuesto de tramas y de nudos que urden las familias. Fiel a las palabras de Cicerón: «La vida de los muertos está depositada en la memoria de los vivos», la autora ha trenzado esta historia extrayendo el material narrativo de cartas, de fotografías y de historias oídas de generación en generación, con los que ha dado forma literaria a la saga de los Myagh-Trápaga. «La traca final de un baile que a partir de ese momento iría perdiendo fuelle, hasta dejar un rastro de confetis mojados y sucios. Sus descendientes sólo recogerían las migas. Y la leyenda de la gloria.»