Y permanecen colgados de las Cuerdas de la Deshonra. Es verdad. Pero un Ladrón, en su interior, aunque quede prisionero de las Cuerdas, aunque lo sometan al escarnio público, siempre es libre. Ama tanto las leyes que crea las suyas propias. Y solo tiene una frontera: la de su valor, su inteligencia y su pericia.