Por culpa de un hatajo de fanáticos del que tu país no ha sabido protegerte, has perdido –a elegir, pero por desgracia es acumulable– una pierna, a tu mujer, a tu hijo, a tu mejor amigo, la movilidad, el equilibrio psíquico, la capacidad de trabajar, el sueldo, el sueño, la confianza en la vida… Todo esto es irreparable y, sin embargo, tu país debe repararlo.