Todo lo contrario, poseía la bella musculatura proporcionada de un hombre joven en la cúspide de la edad adulta, hecho para el atletismo, o para ser esculpido. Y era hermoso. Muy hermoso, de piel tan bonita como la de una joven muchacha, suave y sin marcas, con un destello de oro que se deslizaba por debajo de su ombligo.