Bajo las sombras

Pero pienso que una vez que yo muera Lu desaparecerá para siempre. Nadie la recordará. Las historias que me susurraba por las noches serán olvidadas. Todo lo que era, lo que fuimos, carecerá de sentido, su vida y la mía serán más pequeñas que un grano de sal.

—¿Y qué hago con lo que yo siento?

—Sentirlo.

pero de pronto había olvidado lo que se necesitaba para emitir una carcajada.

escuche sus palabras y, en cada sílaba, letra, frase, canto, tu huella esté presente, minúscula, tan ardiente como ahora.

Si encontré consuelo en sus palabras, si ella lo encontró en mis melodías, entonces también puedo hallar algo que mitigue este dolor.

Mantener una amistad, socializar, requería de un entusiasmo que me faltaba.

las musas se escaparon por la ventana,

Su única hija era la literatura, su única responsabilidad, redactar. Paría letras, cobijaba cada una tras la máquina de escribir, las amaba o las odiaba, las nutría no con leche, sino con subterfugios de su mente, dialogaba con ellas. Si yo la interrumpía, montaba en cólera.

La quería. No con la tozudez con la que había llegado a querer a Natalia o a respetar a Mei. La quería sin razón e intensamente. Una sonrisa suya comprimía mis vacíos hasta hacerlos añicos. Había caído en la tormenta cósmica de sus ojos grises y me encantaba estar atrapada.

También me aterraba, pero eso no importaba ya.

—Como si tu corazón se alzara en armas contra tu mente, porque tu cabeza ha gobernado con tiranía y es hora de ponerle fin a eso. —Alzó los puños como si peleara contra la oscuridad—. Entonces entiendes que debes derrocar al régimen por más vulnerable que eso te deje.