«Los cuentos de Gustavo Garabal tienen la fuerza de un animal de carga que se soltó y anda pechando alambrados, tranqueras, árboles, bosques. Son breves y contundentes, aunque también pueden descansar como en una larga charla de sobremesa o de vermut.
Rozan, todo el tiempo, y como sin querer, esa delgada tela astillada que hay entre la vida animal, salvaje, y las palabras más repetidas, mejor repetidas, por todos, en un bar o en una mesa familiar.
Cuando los leo encuentro precisión y vacío. También encuentro humor y máscaras. Por momentos, máscaras detrás de las que hay una cara bonachona y cándida. Por momentos, máscaras que ocultan algo siniestro.
Lo que mejor maneja Garabal en estos primeros cuentos que publica es el arte de la tensión y la fuga» (Félix Bruzzone).