El poder más estupendo que Dios podía otorgar, lo dio al espíritu. Y puesto que cada pensamiento está impregnado del poder de este espíritu que lo ha creado, evidentemente actúa. Sabiendo esto, cada uno de vosotros puede convertirse en un benefactor de la humanidad: a través del espacio, hasta las regiones más alejadas, puede enviar pensamientos como si fueran mensajeros, criaturas luminosas a las que encarga ayudar a los seres, consolarles, iluminarles, curarles. Aquél que hace conscientemente este trabajo penetra poco a poco en los arcanos de la creación divina.