Los nacionales lo tuvieron fácil para ocultar la masacre y oculta habría seguido, in sécula seculórum, de no haber sido por los relatos de testigos presenciales como Lawrence Fernsworth, del Times, o el médico canadiense Norman Bethune, laureado en su país y desconocido en el nuestro, que se pasó tres días y tres noches recorriendo el trecho, salvando mujeres desperdigadas por la carretera y niños que llamaban a sus madres.