Leer es un riesgo

No hay cultura sin placer mental, no hay estudio sin pasión. De lo contrario, en la escuela la gente enferma.

De modo que resulta mucho mejor entrevistar a tus abuelos (en Italia su número crece sin cesar), observar muebles y fotografías viejas, visitar edificios abandonados, analizar los periódicos del mes o del año anterior, que fingir apasionarse en frío con Lutero o con Cavour.

Estudiar quiere decir apasionarse: en latín, studium es un empeño lleno de entusiasmo, es algo intensamente personal y subjetivo. Y la pasión requiere cierta libertad que la escuela no contempla.

Leer es un riesgo. Leer, querer leer y saber leer son costumbres cada vez menos garantizadas. Leer libros no es algo natural y necesario como caminar, comer, hablar o usar los cinco sentidos. No es una actividad vital, ni en el plano fisiológico ni en el social. Viene después, implica una atención especialmente consciente y voluntaria hacia uno mismo. Leer literatura, filosofía y ciencia, si no se hace por trabajo, es un lujo, una pasión noble o ligeramente perversa, un vicio que la sociedad no censura. Es tanto un placer como un propósito de mejora. Requiere cierto grado y capacidad de introversión y concentración. Es una forma de salirse de uno mismo y del ambiente que nos rodea, pero también es un medio para conocerse mejor, para ser más conscientes de nuestro orden y desorden mental.

Los riesgos de la lectura

Leer es un riesgo. Leer, querer leer y saber leer son costumbres cada vez menos garantizadas. Leer libros no es algo natural y necesario como caminar, comer, hablar o usar los cinco sentidos. No es una actividad vital, ni en el plano fisiológico ni en el social. Viene después, implica una atención especialmente consciente y voluntaria hacia uno mismo. Leer literatura, filosofía y ciencia, si no se hace por trabajo, es un lujo, una pasión noble o ligeramente perversa, un vicio que la sociedad no censura. Es tanto un placer como un propósito de mejora. Requiere cierto grado y capacidad de introversión y concentración. Es una forma de salirse de uno mismo y del ambiente que nos rodea, pero también es un medio para conocerse mejor, para ser más conscientes de nuestro orden y desorden mental.

es un riesgo. Leer, querer leer y saber leer son costumbres cada vez menos garantizadas. Leer libros no es algo natural y necesario como caminar, comer, hablar o usar los cinco sentidos. No es una actividad vital, ni en el plano fisiológico ni en el social. Viene después, implica una atención especialmente consciente y voluntaria hacia uno mismo. Leer literatura, filosofía y ciencia, si no se hace por trabajo, es un lujo, una pasión noble o ligeramente perversa, un vicio que la sociedad no censura. Es tanto un placer como un propósito de mejora. Requiere cierto grado y capacidad de introversión y concentración. Es una forma de salirse de uno mismo y del ambiente que nos rodea, pero también es un medio para conocerse mejor, para ser más conscientes de nuestro orden y desorden mental.

El primer riesgo para el lector, el más antiguo y de los más graves, es el de convertirse y querer convertirse en escritor; o también, y peor aún, en crítico.

Se necesita prestar atención al lenguaje y se necesita imaginación y curiosidad por los seres humanos. Jamás comprenderé un texto si no consigo ver mentalmente al individuo que está detrás. Ambas cosas son inseparables.

he descubierto que el problema más habitual es el siguiente: algunos sienten fobia por la fría y árida objetividad científica, mientras que a otros les aterra despertar la sospecha de ser individuos concretos con un «yo» y una historia personal.

El crítico no es un hombre maduro y severo, aunque obviamente pueda convertirse en ello. El crítico, en sus orígenes, es un adolescente insatisfecho que se pregunta por qué los demás son como son, por qué se tienen tantas dudas sobre uno mismo, y cuál es la mejor manera, o la más adecuada, de vivir.