Una semana después, Esteban se sintió recuperado. Pensó en su comportamiento de los días anteriores, en el miedo irracional que el viejo le había despertado. Ahora sabía qué hacer. Lo enfrentaría. Pondría un alto a la situación. Si era necesario, le gritaría sus verdades. No era más que un tipo senil, acabado, patético. En el trayecto de regreso su confianza aumentó. El final del problema se aproximaba, la solución estaba en sus manos.