Democracia y cuidado

quién es responsable de cuidar qué, cuándo, dónde y cómo.

el mercado no es neutral, beneficia a ciertos tipos de personas y ciertas actividades. Al ignorar toda injusticia del pasado, no permite ninguna rectifi­cación. Beneficia a quienes ya gozan de una buena posición dentro de su ámbito y desfavorece a quienes no lo están.

La «responsabilidad personal» funciona ideológicamente cuando las expectativas sobre las responsabilidades se han establecido de manera que reflejen la desigualdad y las formas históricas de exclusión. Cuidar de la propia «comunidad» tiene un sentido diferente en una rica comunidad cerrada que en un barrio urbano dejado a su suerte. Ir a la universidad viniendo de un hogar de clase media o alta y vivir en una residencia universitaria supone un tipo de responsabilidad diferente a asistir a la universidad cuando, con dieciocho años, ya se está contribuyendo a los ingresos familiares, teniendo además que desplazarse cada día de casa al trabajo. Desde la óptica del profesor de la clase, el primer estudiante puede parecer más «responsable»; para un niño o un familiar anciano que dependan del cuidado de esa persona, la responsabilidad será bastante diferente. Cuando actuamos como si todos los puntos de salida y de llegada fueran los mismos para todo el mundo, omitimos una cualidad importante para la noción de justicia.

La igualdad entendida como misma oportunidad es un mito si no hay igualdad en el cuidado de los niños. Una concepción alternativa de ­igualdad, que defiendo aquí, requiere la aceptación de la diferencia y la pluralidad, además de una voluntad de proveer lo necesario para asegurar que todo el mundo pueda elegir.

gente pierde de vista lo que ocurre de verdad en una casa. Esta se convierte en una forma de tocar la

actividades organizadas en torno a lo que a los menores les gusta o no les gusta

en día las familias dicen pasar más tiempo juntas, pero lo hacen, literalmente, metidas

valor histórico y tradicional de poseer tu propia casa, en lo que el presidente George W. Bush denominó «una sociedad de propiedades».1

La casa, entendida como fuente de ingresos, se convirtió en una atractiva esperanza de cierta seguridad económica.

deuda privada superó al ahorro privado.