Para qué, me dice, si yo tengo mi vida, si ella puede explotar, desaparecer, y no me cambia nada. Le corto la llamada y me imagino que se queda en silencio, acostada en su cama, llorando con el celular apagado entre las manos. Después voy a su casa y discutimos durante horas. Le grito y al final, agotada, huyo. La dejo sola