—Ícaro, por otro lado, siempre ha sido un símbolo: una metáfora que nos recuerda que no debemos ser demasiado ambiciosos, que el sol nos cegará y perderemos las alas si intentamos llegar más alto. Si intentamos ser dioses. Irónicamente, esa es una moraleja muy contraria a lo que siempre hemos enseñado en Olympus. Yo digo, por tanto, que recuperemos a Ícaro de su suerte, que demostremos que podemos volar tan lejos como queramos. Podemos alzarnos todavía más alto, lo único que necesitamos son unas alas que ni siquiera el calor del sol pueda fundir. —Sus ojos recorren a las personas ante ella y se detienen sobre Zeus—. Puede que en Olympus no seamos dioses, pero somos lo más parecido que existe en la galaxia. Así que…
Las manos de Enid se alzan y es justo en ese momento cuando, de la espalda de todos los modelos, nacen alas holográficas que se extienden cuando ellos también extienden los brazos. Alas doradas para declarar que ningún Servicio tiene límites, que todos pueden alcanzar el sol. Justo lo que yo habría querido que alguien me dijera cuando era niño.
—A volar.