es
Bøger
Naoko Abe

El hombre que salvó los cerezos

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    gira en torno a la breve vida y pronta y predecible muerte de la flor, que es efímera como la vida misma.
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    Por eso la sakura
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    Dejad que muera

    bajo las flores

    en primavera

    un día

    de luna llena.

    Saigyo
  • Kathyahar citeretfor 3 år siden
    una guerra civil, llamada Boshin, que
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    Entre estas artes se contaban la xilografía ukiyo-e, la cerámica, la
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    de Japón estuvieron tranquilas.*
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    una grajilla blanca llamada Darlie. Darlie residía en un sombrero del padre de Collingwood, en un armario del vestíbulo del lujoso chalé de once habitaciones que la familia tenía en Westgate-onSea, pueblo costero de Inglaterra. En ese sombrero se había hecho un nido con pelo hurtado a las pantuflas y el gorro de marta cibelina de la madre de Collingwood y en él guardaba, atraída como se sentía por los objetos brillantes, una pluma de plata y unos cuantos tenedores.1
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    finales de la década de 1880, más del 30 por ciento de todos los cerezos de Tokio eran Somei-yoshino. Millones de ejemplares más se plantaron por todo el país tras la victoria nipona en la guerra contra Rusia de 1905 y para celebrar el ascenso al trono del emperador Taisho en 1912 y del emperador Showa (Hirohito) en 1926. Las demás variedades fueron olvidadas y algunas desaparecieron. Pocos se preocuparon o hicieron algo al respecto
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    En el Japón antiguo, las flores de cerezo simbolizaban la vida nueva y el volver a empezar. Esta percepción empezó a cambiar sutilmente en la segunda mitad del siglo XIX y se aceleró muchísimo en los años treinta del siglo siguiente, cuando los gobiernos sucesivos usaron la popular sakura y sus vínculos imperiales para hacer propaganda entre un pueblo acrítico. En lugar de considerar la flor del cerezo un símbolo de vida, canciones, obras de teatro y libros de texto pasaron a hacer hincapié en la muerte. La poesía clásica se malinterpretó deliberadamente y empezó a imponerse la creencia de que el Yamato damashii o «verdadero espíritu japonés» implicaba la voluntad de morir por el emperador –el dios viviente de Japón–, a semejanza de los pétalos
  • Kathyahar citeretfor 3 år siden
    la historia de Collingwood Ingram, el hombre cuya lucha por conservar la variedad Taihaku y otras de Japón se había hecho legendaria entre los
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