No puede usted imaginarse lo sola y desamparada que se puede sentir fuera una persona después de dieciocho años de privación de libertad.
En general, Frau Schmitz no necesita a nadie que le infunda ánimos, y sabe arreglárselas sola. Bastaría con que usted se encargara de buscar una vivienda pequeña y un trabajo, la visitase con regularidad en las primeras semanas y meses, la invitase a su casa y se preocupara de que estuviera informada de las ofertas de las parroquias, escuelas de adultos, centros cívicos, etc. Además, después de dieciocho años, al principio no es fácil desplazarse al centro de la ciudad, ir de compras, acudir a una ventanilla o ir a comer a un restaurante. Resulta más grato hacerlo en compañía