La revolución cuántica permitió entender los misterios del mundo atómico, con grandísimos éxitos que hoy nos permiten comprender la formación de átomos y moléculas, la interacción de partículas y las propiedades de la materia. Sin embargo, a un alto precio, aceptando un mundo aleatorio donde manda el azar, jugando con unas reglas que no se parecen en nada a lo que vivimos diariamente y con una interpretación que hoy en día sigue abierta. No es de extrañar que sus propios padres renegaran de ella, como Einstein o Schrödinger, que lamentaron haber tenido algo que ver con la mecánica cuántica. O, como expresa Richard Feynman, uno de los científicos más brillantes del siglo XX: «Si usted piensa que entiende la mecánica cuántica…, entonces usted no entiende la mecánica cuántica».