Y eso que por aquel entonces yo no sabía lo que era la excitación. No sé cómo pude huir de allí tan deprisa, justo antes de que la espuma, ahora en retroceso, volviera a dejarme en situación de ser engullida. Sal en las rodillas. Piernas flaquísimas en dirección contraria al flujo de piedra y agua. Corriendo contra el aire, las heridas picaban como si desde el cielo un ángel disparase balines de saliva.