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François-Henri Désérable

El deterioro de un mundo

  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    ciudades que ha visitado: lee «Shiraz» y piensa en los versos de un poeta; lee «Kermán» y ve un baile; lee «Isfahán» y le viene a la mente el coraje de una chica de veinte años. El bus circulaba a través del Kurdistán y pensaba en lo que me había dicho Firuzeh en el monte Soffeh, en su miedo no a la muerte, sino a la cárcel, y en la manera que tenía de prepararse aprendiéndose de memoria decenas, cientos de poemas, por si acaso.
  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    del garaje, me dirigí al hotel, hice la mochila y me fui a la estación. Aquella misma noche estaba en el autobús hacia Teherán. Si abría los ojos, a través de la ventanilla desfilaban los verdes y ondulados paisajes del Kurdistán, que no sabía si volvería a ver algún día. Si los cerraba, volvía a ver todo mi periplo. Volvía a ver, mezclados, azulejos de loza, dunas de arena, jardines, la sombra de un gato, un afgano que daba clases de alemán con un hindú, un principito que buscaba El principito en el país de los baluchíes, un mapa de carreteras de Irán que uno consulta
  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    ¿Por qué este país medio desértico con un Gobierno de retrasados mentales, en el que la justicia es la del Estado Islámico; las libertades civiles, las de Corea del Norte; la economía, la de Venezuela; y el sistema de salud, el de Bangladesh, cuando hay tantos países hermosos y, sobre todo, más seguros por descubrir? Los iraníes se extrañaban de que todavía hubiese gente con ganas de venir a visitarlos. Él no. Tenía otra pregunta.
  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    Estaba terminando de comer bajo la inflexible mirada de Jamenei y de Jomeini que, desde la entrada, en sus marcos de madera clara, presidían aquellos ágapes, cuando alguien vino a sentarse a mi mesa. Era un hombre de unos cuarenta años, con ganas evidentes de entablar una conversación. Una loable intención, máxime cuando no entendía ni hablaba una palabra de inglés. Pero la tecnología franqueaba alegremente la barrera del idioma y en su teléfono una aplicación traducía del farsi:
    Where are you from?
    Era la pregunta que me hacían casi siempre. Y cuando decía France, una sonrisa fantasiosa se esbozaba en sus rostros. ¡Ay, Francia! París, la Torre Eiffel, Kylian Mbappé. Pero él, nada. Ya ni siquiera Francia hacía soñar.
  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    Creo que he debido confundirme de país: en Irán solo me sirvieron kebabs. Las cosas solían ocurrir así: entraba en un restaurante y pedía la carta. Si alguien hablaba inglés, me la traducía: podían proponerme un kebab, u otro kebab, o bien, si estaba de buen humor, un kebab. ¿A lo mejor prefería un kebab? Y si no había nadie que pudiera traducir, con el dedo y al azar, señalaba algo en la carta y, nueve de cada diez veces —vaya, qué mala suerte—, caía en el famoso kebab koubideh: carne picada, asada en la barbacoa y acompañada de una naranja amarga, una cebolla y tomates, también asados. ¡Empezaba a estar hasta las narices de los kebabs!
  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    el agua para que esta adquiera un color turbio, y Saqqez tenía el color del miedo. El régimen no tardaba en considerar un espía a cualquier extranjero que se aventurara a viajar al Kurdistán. ¿Un francés? Seguro que es un agente de la DGSE21 o del Mosad, y quien hable con él será considerado un cómplice.
  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    en el agua para que esta adquiera un color turbio, y Saqqez tenía el color del miedo. El régimen no tardaba en considerar un espía a cualquier extranjero que se aventurara a viajar al Kurdistán. ¿Un francés? Seguro que es un agente de la DGSE21 o del Mosad, y quien hable con él será considerado un cómplice
  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    Pero basta con diluir una sola gota de pintura en el agua para que esta adquiera un color turbio, y Saqqez tenía el color del miedo. El régimen no tardaba en considerar un espía a cualquier extranjero que se aventurara a viajar al Kurdistán. ¿Un francés? Seguro que es un agente de la DGSE21 o del Mosad, y quien hable con él será considerado un cómplice.
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    Pero basta con diluir una sola gota de pintura en el agua para que esta adquiera un color turbio, y Saqqez tenía el color del miedo. El régimen no tardaba en considerar un espía a cualquier extranjero que se aventurara a viajar al Kurdistán. ¿Un francés? Seguro que es un agente de la DGSE21 o del Mosad, y quien hable con él será considerado un cómplice.
  • Talia Garzahar citeretfor 3 måneder siden
    . Ningún militar, ningún policía, algo sorprendente en una ciudad tan eruptiva, tan rebelde e insumisa, en la que, a la menor chispa, la gente se precipitaba hasta los despachos del gobernador para obligarlo a rendir cuentas. Costaba creer que fuera uno de los lugares más duramente reprimidos del país. Otro tema sorprendente: los habitantes de Saqqez rehuían mi mirada, mi conversación, mi persona, cuando en el resto de país, de Zahedán a Tabriz, la gente buscaba mi compañía: por primera vez desde que estaba en Irán, empecé a cuestionarme la frase que Bouvier colocó como exergo de su libro. Saqué algunas conclusiones precipitadas: si los kurdos mostraban tan poco interés por mí, es porque eran más ariscos, menos curiosos, menos hospitalarios que los persas. La verdad —no tardaría en saberlo— era que en Saqqez proliferaban los policías de paisano. Guardias de la Revolución sin uniforme, basiyíes de matute, y toda aquella gente de bien se fundía con la masa.
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