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Michelle Roche Rodríguez

Malasangre

  • Alejandra Arévalohar citeretfor 4 år siden
    Pocos gestos fuera del coito tienen la carga sexual de una mordida.
  • Alejandra Arévalohar citeretfor 4 år siden
    He allí el problema de los vínculos consanguíneos: no hay racionalidad en el cariño
  • Alejandra Arévalohar citeretfor 4 år siden
    Mi madre, las monjas y las maestras que me criaron afirmaban que, como la heroína de Gustave Flaubert, la afición excesiva por los libros podía llevarme a la insatisfacción afectiva.
  • Laura Segoviahar citeretsidste år
    Una tarde, después de rezar el rosario, mi madre emergió de la penumbra gris de su cuarto enfundada en un vestido negro nuevo, como si fuéramos a recibir una visita. Era el momento de sentarnos en la ventana, me informó. La costumbre dictaba que, como a las muñecas en los comercios, a las mujeres en edad casadera las pusieran en exposición hasta que un hombre quisiera llevárselas o, según el eufemismo de la época, «pretenderlas». Hasta ese día yo nunca había «ventaneado», e ignoraba por qué alguien podría regocijarse de perder el tiempo en semejante ocupación –o, más bien, «desocupación»–. Una vez Sara me habló de eso como de un acontecimiento en la vida de una mujer, pero la práctica me parecía tan anticuada como ridícula. ¡Qué terrible sino el de las condenadas a mirar cómo pasa la vida de los demás, sentadas en actitud secundaria de humildes espectadoras!
  • Héctor Rojohar citeretfor 3 år siden
    No me consideraba atractiva, pero algo brillante había dentro de mí. En ese momento fui consciente de la energía producida por el latido de mi corazón.
  • Daniela Trejo Pérezhar citeretfor 4 år siden
    Pocos gestos fuera del coito tienen la carga sexual de una mordida.
  • Alejandra Arévalohar citeretfor 4 år siden
    Gustosa hubiera hecho un pacto con Satanás solo por no escuchar más nunca algún comentario sobre la nocividad de las lecturas en la mente de las mujeres.
  • Silvia Arenashar citereti forgårs
    Gustosa hubiera hecho un pacto con Satanás solo por no escuchar más nunca algún comentario sobre la nocividad de las lecturas en la mente de las mujeres. Nadie se atrevía a decirles tonterías semejantes a los hombres.
  • Silvia Arenashar citereti forgårs
    Tenía todas mis esperanzas puestas en fraguarme un futuro como maestra y me había costado mucho conseguir el permiso de papá para que continuara por esa senda mis estudios. En realidad, no me interesaba dar clases y ni siquiera me gustaban los niños, pero ese trabajo me permitiría encubrir mi avidez literaria. La gente sospechaba de las lectoras, mortificándolas con el fantasma del bovarismo. Mi madre, las monjas y las maestras que me criaron afirmaban que, como la heroína de Gustave Flaubert, la afición excesiva por los libros podía llevarme a la insatisfacción afectiva. Quizá tenían razón y la fuente de todos mis problemas era mi voracidad, incluso, de conocimiento.
  • Silvia Arenashar citereti forgårs
    Solo tenía algo claro sobre cualquier otra cosa: este impulso era un secreto, debía mantenerlo oculto de papá, aunque me pesara, y, en especial, de mi madre. Si quería conservar el amor de mis padres y convertirme en una buena mujer, como ellos querían, debía controlar aquella sensación de gula bestial. Nada deseaba yo con tanto ahínco como sentirme parte de la familia. Esos apetitos mostraban la senda del pecado.
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