Francis Scott Fitzgerald

El gran Gatsby

  • O Hastingshar citeretsidste år
    Así seguimos adelante, botes contra la corriente, obligados una y otra vez a poner rumbo hacia el pasado.
  • O Hastingshar citeretsidste år
    destrozaban cosas y personas y luego se retiraban a la protección de su dinero o de su enorme despreocupación, o lo que fuera que los mantenía juntos, y dejaban que otros arreglaran el desastre que habían causado…
  • O Hastingshar citeretsidste år
    Si fue así, debió sentir que había perdido su viejo y cálido mundo, que había pagado un alto precio por vivir demasiado tiempo con un único sueño.
  • O Hastingshar citeretsidste år
    Pero no se despreció a sí mismo y la cosa no salió como esperaba. Seguramente su intención habría sido la de tomar tanto como pudiera y marcharse, pero se encontró con que se había comprometido a perseguir un grial. Sabía que Daisy era extraordinaria, pero no se había dado cuenta de lo extraordinaria que podía ser una chica «bien». Ella desapareció en el interior de su suntuosa casa, de su vida plena de gente acaudalada, y Gatsby se quedó con… nada.
  • O Hastingshar citeretsidste år
    Y así continuamos avanzando hacia la muerte, en medio del refrescante crepúsculo.
  • O Hastingshar citeretsidste år
    Treinta años: la promesa de una década de soledad, de una lista cada vez más reducida de hombres solteros a los que conocer, de un equipaje cada vez más vacío de entusiasmo, de un cabello más ralo. Pero a mi lado estaba Jordan, que a diferencia de Daisy era demasiado sensata como para arrastrar de década en década los sueños debidamente olvidados.
  • O Hastingshar citeretsidste år
    —Abrid otra ventana —ordenó Daisy sin darse la vuelta.
    —Ya no hay más.
    —Pues deberíamos llamar para que nos traigan un hacha…
  • O Hastingshar citeretsidste år
    —¿Qué vamos a hacer con nuestras vidas esta tarde? —se quejó Daisy— ¿Y mañana y los próximos treinta años?
  • O Hastingshar citeretsidste år
    Su corazón se había acelerado cuando el níveo rostro de Daisy se acercó al suyo. Sabía que cuando besara a aquella joven y uniera para siempre sus indescriptibles visiones al aliento perecedero de ella, su mente nunca volvería a juguetear alegremente como la mente de Dios. Por eso esperó, escuchando un minuto más el diapasón que habían apoyado sobre una estrella. Luego la besó. Al contacto de sus labios, ella se abrió a él como una flor y la encarnación quedó completa.
  • O Hastingshar citeretsidste år
    res aplastadas.
    —Yo no esperaría gran cosa —me atreví a decir—. No se puede repetir el pasado.
    —¿¡Que no se puede repetir el pasado!? —gritó incrédulo— ¡Por supuesto que se puede!
fb2epub
Træk og slip dine filer (ikke mere end 5 ad gangen)