Tus próximas cinco jugadas

fueron brutalmente honestos consigo mismos.

Hacer historia.
Ayudar a los demás.
Inducir un cambio.
Tener un impacto.
Conseguir sabiduría o la autorrealización.

«¿Cómo quiero que me recuerden? ¿Qué impacto quiero tener en la vida de otras personas?»

«¿cuál es mi para qué?». Cuando alguien te pregunte por qué haces lo que haces, tal vez le digas «en realidad no lo sé», «creo que estoy haciendo esto por mi familia» o «quiero tener libertad financiera». Todo el mundo tiene una motivación. Lo que ocurre es que la mayoría de las personas nunca trascienden su motivación inicial.

Hay cuatro razones que pueden impulsarnos a reconsiderar nuestras motivaciones:
El aburrimiento.
Unos resultados decrecientes.
El estancamiento.
La sensación de que el propio talento está menguando.

Recuerda siempre lo siguiente:
Tu visión debe ser coherente con quien quieres ser.
Tus elecciones deben ser coherentes con tu visión.
Tu esfuerzo debe corresponderse con el tamaño de tu ­visión.
Tu comportamiento debe ser coherente con tus valores y principios.

«Aprendí que si trabajas duro y de manera creativa, puedes tener casi todo lo que quieres, pero no todo lo que quieres. La madurez es la capacidad de rechazar buenas alternativas para buscar otras aún mejores»

Mientras hablábamos de ello, preguntó:
–Pero ¿esto no es pensar demasiado en pequeño?
–Para otra persona, tal vez lo sea –dije–. Pero ¿tú te sientes bien sabiendo que tal vez nunca descubras tu verdadero potencial en el campo laboral pero que, de todos modos, podrás ganarte bien la vida y ser un padre fenomenal?

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importante: tú

«Todo depende de lo honestamente que puedas responder esta pregunta: ¿quién quieres ser?».