Casi todos los días, dice Christopher W. Clark, director del programa de investigación de bioacústica de Cornell University, el área costera donde las ballenas pueden oírse entre sí se reduce a solo un 10 o 20% de su extensión natural.
Clark estudia las ballenas francas glaciales, hoy en peligro de extinción, cuyo hábitat incluye transitadas rutas marítimas del puerto de Boston. En 2007 instaló con sus colegas una red de grabadores en el lecho marino y de boyas automatizadas para la detección de sonido en la bahía de Massachusetts. Luego de tres años seguidos de grabación, compilaron todo un “balance de ruido” submarino. Las animaciones en color de los datos muestran cómo los llamados de las ballenas francas prácticamente desaparecen cuando pasan los barcos. “La red social de las ballenas colapsa y se reconstituye una y otra vez”, señala Clark. Incapaces de comunicarse, a las ballenas les cuesta encontrar a las demás, y pasan más tiempo solas. 106