Rodar hacia el abismo del allá lejos y nunca,
sentir el despegue del pasado,
aterrizar en un cuerpo de adulto,
soportar el peso de tantos años,
pero en el corazón conservar al niño,
como una hostia viva, como un canario blanco,
como un diamante digno, como una lucidez sin muros,
puertas y ventanas abiertas
por donde atraviesa el viento, solo el viento,
nada más que el viento.