Muertos sin saberlo

Ha cruzado el mar de hombres inalcanzables. De seres que se separan por un camino distinto al nuestro, tan diferente que pronto perdemos sus pasos para terminar olvidando su rostro.

Tras aquella visita efímera, no regresaron. Llamaban, sí, pero sólo para cerciorarse que ella había muerto

Me gustaría llamarme Margarita para deshojarme.

Únicamente yo me quedé hasta que una tarde sus pulmones se cansaron. Finalmente cedieron al invierno.

Pensaron que únicamente había acumulado deudas y gatos que maullaban su ausencia

Así que hice lo que la justicia no pudo hacer en aquel año, y lo que el alcohol tampoco había logrado hacer. Al verlo venir hacia mí con los ojos encendidos y los puños temblorosos tomé la pistola.

dije: «ahí te quedas con tu tomadera y tus frustraciones.» Lo último en realidad le dolió

comprendí que nos estábamos jugando la existencia

era necesario que vomitara y se quedara dormido con la baba colgante para que estuviera borracho. No. Él no se tambaleaba físicamente, sino moralmente

Con cientos de promesas, vio desfilar sus ideales como soldaditos oxidados.