A ningún equipo de futbol le gusta jugar en una cancha que le dé ventajas a unos jugadores y afecte a otros. Ni que en cada partido cambien las reglas o que el árbitro las aplique para beneficiar al rival. Un requisito para que el marcador final sea justo es que el esfuerzo de cada futbolista no se vea obstaculizado por nada ni nadie y que el azar ejerza su imperio por igual entre todos los que salten al césped. En suma, hace falta una cancha pareja. Roberto Vélez Grajales y Luis Monroy-Gómez-Franco están convencidos de que algo semejante debe ocurrir con los ciudadanos y su acceso a lo mejor que ofrece la vida. En estas páginas, rompen una lanza por la igualdad de oportunidades, entendida como una forma de proveer servicios públicos de forma equitativa —por ejemplo, el cuidado de la salud o la educación—, de favorecer la movilidad social, de destacar el esfuerzo de los individuos y de comprometer a las instituciones públicas para que moderen las desigualdades. En estas páginas se presentan los conceptos clave de este audaz planteamiento, se responde a sus críticos —incluidos quienes lo confunden con la meritocracia—, se describen las circunstancias personales que en México provocan todo tipo de inequidad —como el nivel de estudio de los padres o el color de piel— e incluso se proponen líneas generales de acción desde el Estado. Con la contundencia de un manifiesto dirigido a la gente de a pie y la solidez de un artículo científico, Por una cancha pareja es un llamado urgente a lograr un México más justo.