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Pablo Alabarces

Historia mínima del futbol en América Latina

  • Mariana Nomáshar citeretfor 2 år siden
    rias porque, por protestas sobre el juego regular de la temporada entre ambos, no se sabía quién era el campeón. Los tres juegos se transformaron en cuatro, ya que el tercero —ganado por el Asturias— fue anulado porque llovió. Finalmente venció el América; el Asturias protestó y la Federación envió el reclamo a un tribunal de honor que nunca dictaminó. El campeón fue, obviamente, el América.
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    El torneo de 1925-1926 terminó con tres juegos de desempate entre el América y el Astu
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    incluso en los casos en que los Estados nacionales decidieron introducir la práctica como currículo escolar, la difusión “hacia abajo” buscaba únicamente fines disciplinadores y de control social: la idea de que las clases populares iban a ser “mejores” (es decir, mejores obreros, mejores ciudadanos, más sanos, menos susceptibles a las tentaciones del alcohol, la fiesta, la disipación o la huelga, entendiendo todos como peligros casi equivalentes) gracias a la práctica deportiva. No había Estados nacionales “democráticos”, en el sentido fuerte de la palabra, en el comienzo del siglo XX latinoamericano: las élites no buscaban pueblos felices, sino pueblos obedientes que contribuyeran a maximizar sus tasas de ganancia.
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    Como relata Efraín Navarro, los argumentos nacionalistas de los clubes nativos funcionaban sólo cuando los beneficiaban. En 1948, el América olvidó provisionalmente ese discurso, solicitando autorización formal del gobierno para tramitar la inmigración de jugadores húngaros, y luego apoyo económico para pagarlos. Las difíciles relaciones entre los clubes mexicanos y los españoles desembocaron en el retiro del España y el Asturias en 1950,
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    Nadel sostiene que hacia 1927 había más de 200 equipos de futbol en la Ciudad de México. Entre ellos estaba el Atlante, fundado por trabajadores del calzado en 1918 como Sinaloa, para ser Lusitania en 1919, U-53 en 1920 y Atlántico en 1921; la mera pronunciación lo transformó en Atlante. En 1927 se incorporó a la Liga mayor, invitado por su condición de bicampeón de la Liga Spaulding; sus jugadores fueron entonces conocidos como los “prietitos” —morenos—, una doble afirmación étnica y de clase que le permitió ser considerado el “equipo del pueblo” en la década siguiente.
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    Daniel Efraín Navarro Granados
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    el Atlas estaba ligado a los hijos de la burguesía tapatía que habían estudiado en Inglaterra, mientras que el Guadalajara, fundado por empleados de comercio —aunque migrantes, principalmente franceses— tuvo características más plebeyas.
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    ban interconectadas por el ferrocarril, con lo que dos símbolos de la modernización —el tren y el futbol— aparecían enlazados en una sabia alianza.
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    la cuota social de los clubes era cara: más que el cine o el baile. Para ella, en consecuencia, el carácter transnacional del deporte —es decir, su carácter moderno e integrado al mundo, como ya hemos dicho—, la calidad de la membrecía al club y la oportunidad que brindaba para socializar “explican su popularidad mejor que únicamente el costo del equipamiento”.
  • Mariana Nomáshar citeretfor 2 år siden
    los clubes chilenos eran instituciones democráticas que servían para el entrenamiento político: era el lugar donde aprendían a debatir lo social, por medio del futbol. Por supuesto, también era una herramienta para el control social por parte de las élites: los clubes de empresas, como ya hemos ejemplificado en Uruguay, Argentina y Brasil, pretendían construir “mejores” obreros y ciudadanos —es decir, menos díscolos—. Pero tanto éstos como los clubes obreros se revelaron también como una herramienta para la construcción de una conciencia de clase y étnica —la que oponía lo “criollo”, mestizo, a lo británico, blanco y europeo— y a la vez, por lo tanto, como una vía alternativa de entrenamiento político.
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