Gracias al desenfrenado crecimiento de un sinfín de recursos y al desarrollo de numerosos trabajos de investigación, las técnicas informáticas tradicionales se revolucionaron. En lo que se refiere a la transmisión de datos entre máquinas, el hecho de emplear la luz en vez de la electricidad desempeñó un papel muy significativo. Junto con la progresiva «nanización» (así es como se llamaban los pasos consecutivos relacionados con la microminiaturización, y aquí quizás merezca la pena añadir que ¡veinte mil unidades lógicas cabían, a finales del siglo, en un simple grano de adormidera!) se obtuvieron unos magníficos resultados. El primer ordenador completamente óptico, GILGAMESH, trabajaba un MILLÓN de veces más rápido que el arcaico ENIAC.
El hecho de «cruzar la barrera de la sabiduría», según fue denominada, se produjo nada más entrar en el año dos mil gracias a un nuevo método de fabricación de maquinas, también llamado «la invisible evolución de la Inteligencia». Hasta entonces, cada generación de ordenadores había sido construida de forma real; la idea de producir variaciones con ayuda de una inmensa aceleración del proceso, ¡mil veces más rápida que la de sus antecesores!, fue imposible de llevar a cabo dado que los ordenadores existentes que, según se suponía, iban a ser utilizados como «matrices», o más bien como «ambiente sintético» de aquella evolución de la Inteligencia,