Los malos pintores nunca pasaron del estereotipo. Los buenos profesionales (Hans Memlinc, Lucas Cranach, Tiziano, Peter Paul Rubens, Anton van Dyck, Diego Velázquez, Frans Hals, Philippe de Champaigne) pintaron individuos, pero eran hombres, no obstante, cuyo carácter y expresión facial se veían y juzgaban a la sola luz de una función social prefijada. El retrato debía ajustarse como un traje a medida, pero el tipo de traje se daba por supuesto.