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Octavio Paz,Héctor Aguilar Camín,Enrique Krauze,Carlos Monsiváis

Los intelectuales y el poder

  • Adal Cortezhar citeretfor 4 måneder siden
    Iracundo, Paz recurre al insulto en su respuesta del 2 de enero de 1978: “Monsiváis no es un hombre de ideas sino de ocurrencias”. La ironía es un arma pulida por Monsiváis en el contraataque: “Me toca: ‘Paz no es un hombre de ideas sino de recetas’. Ahora sí, encapsulados en sus respectivos monólogos, quedan con ustedes el boticario y el ocurrente”.
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    No se puede hablar de Octavio Paz como un soldado del PRI, porque ahí están sus escritos críticos en El ogro filantrópico y sobre todo ese ensayo famoso “PRI: Hora cumplida”.
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    Me decía García Márquez: “Si yo hubiera conocido la computadora a tiempo, hubiera escrito el doble de lo que escribí”.
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    No le pedimos ningún favor al gobierno: creemos que los gobiernos no deben hacer favores. La teología de Sor Juana acerca de los favores negativos puede iluminarnos en este caso. Defensora del libre albedrío, ella decía que el mejor y más grande favor que podía hacer Dios a la criatura humana era no hacerle favor alguno: dejarla en libertad. Ella se refería al Todopoderoso; nosotros a los poderosos.
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    Aristóteles encontró que cada forma de gobierno engendraba una enfermedad o degeneración: la democracia a la demagogia, la aristocracia al sistema oligárquico, la monarquía al tirano. La enfermedad congénita del estatismo es el populismo.
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    El gobierno de Salinas comenzaba, había un flamante Consejo Nacional y el medio cultural estaba reunido en torno a dos grupos: Vuelta y Nexos. Se recordaba que, durante su campaña en Tabasco, los intelectuales le habían preparado a Salinas una reunión, que presidió colocando a su derecha a Enrique Krauze y a su izquierda a Héctor Aguilar Camín.
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    No asistió a las sesiones del Coloquio de Invierno porque “he estado muy ocupado con la contaminación en la ciudad y con otras cuestiones ecológicas”, señala, aunque asume que “en todo coloquio hay contaminación verbal”.
    De hecho, Aridjis estuvo presente en la conferencia de prensa en la que el ingeniero Heberto Castillo presentó públicamente, al lado del regente Manuel Camacho Solís, su proyecto de gigantescos ventiladores para limpiar el aire de la Ciudad de México.
    “En los coloquios siempre hay ese tipo de contaminación”, reitera el poeta para volver en seguida a la que es su mayor preo­cupación, “que ahora concierne no a sectores culturales, sino a más de 20 millones de personas que vivimos en esta ciudad y que estamos en emergencia ambiental”.
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    –Qué bonita camisa blanca traes –le dijo un día a Octavio Paz el poeta chileno Pablo Neruda, al despedirse en un restaurante, y agregó enseguida, punzante, alegrado por unos tragos–: más limpia que tu conciencia.
    “Lo interrumpí, estuvimos a punto de llegar a las manos, nos separaron y unos refugiados españoles se me echaron encima para golpearme. Mi amigo José Iturriaga los puso en fuga con dos guantadas”, cuenta el propio Paz en su epílogo de Laurel, una antología de la poesía moderna en lengua española que con prólogo de Xavier Villaurrutia había preparado a principios de los años cuarenta, a costa de la enemistad de Neruda.
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    De hecho, Monsiváis ya le había reprochado a Paz, en el curso de una larga polémica sostenida a finales de 1977 y principios de 1978 en las páginas de Proceso: “El talento de Octavio Paz con ser universal no es omnisciente, aunque él suela pretender dogmáticamente el monopolio de la discrepancia. Por lo menos así lo expresa su insistencia en descalificar a su adversario en turno, por el simple procedimiento de distorsionar, inventar o despojar de cualquier contexto a sus razonamientos”.
    Aguerrido, Paz le reviraba cuando menos: “si mi pecado es ‘la manía generalizadora’, el suyo es el discurso deshilvanado, hecho de afirmaciones y negaciones sueltas. Monsiváis no es un hombre de ideas, sino de ocurrencias”.
    “Me toca –contraatacaba Monsiváis–. Paz no es un hombre de ideas, sino de recetas. Ahora sí, encapsulados en sus respectivos monólogos, quedan con ustedes el boticario y el ocurrente”. Y así se siguieron, hasta que Monsiváis remató con una cita de Thomas Hobbes:
    “Quienes están vehementemente enamorados de sus propias opiniones y, por absurdas que sean, tienden con obstinación a mantenerlas, dan a esas opiniones suyas el nombre reverente de Conciencia, como si les pareciera inadecuado cambiarlas o hablar contra ellas, y así pretenden saber que son ciertas cuando saben a lo sumo que ello no pasa de una opinión.”
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    Las dos revistas viven de sus anunciantes: Vuelta, sobre todo de la iniciativa privada. Nexos, de la publicidad estatal.
    El repaso de sus historias –es decir, de sus posturas ante los grandes problemas nacionales, latinoamericanos y mundiales, ante el arte y la literatura– está por realizarse. En ese repaso un significado simbólico tendrá el capítulo dedicado a aquella vez que el entonces candidato del PRI a la silla presidencial, Carlos Salinas, en campaña por Tabasco, reunió a los intelectuales en Villahermosa.
    A la derecha de Salinas se encontraba Enrique Krauze. Y a la izquierda, Héctor Aguilar Camín.
    Y desde ahí, a un lado y otro del futuro presidente, asestaron un par de críticas en público a ese poder, del cual son interlocutores privilegiados. Dijo esa vez Krauze: “la nuestra ha sido una generación demasiado enamorada del poder y casi perdida para la cultura”. Asegura entonces Aguilar Camín: “nuestros gobernantes han sido educados en la cultura del tutelaje y el autoritarismo”.
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