En el mundo se está produciendo un proceso de destrucción de la universidad pública, paralelo al de destrucción de las clases medias. La investigación científica es ya claramente postacadémica y sirve a los intereses de las grandes industrias. El valor de la educación como instrumento de formación cívica y como medio de promoción social se pone cada vez más en duda y se pretende recuperar el sentido elitista de la educación superior. En España las universidades pretenden quedar al margen de la crisis económica y los conflictos sociales, sus profesores viven en una burbuja en la que el orden legal de estas instituciones está siendo minado gracias a la génesis de un poder paralelo. Un poder en el que grupos de profesores, agencias públicas y privadas, bancos y alguna empresa, amparados por el poder político, han creado sistemas de captación de fondos, dotación de plazas y creación de centros en los que quienes dominan el arte de la maquinación académica se van consolidando como grupos privilegiados. Si a ello unimos la crisis de legitimidad de la autoridad académica, observamos un panorama en el que los miembros de las universidades españolas contemplan, pasivos e inermes, un previsible proceso de brutal reconversión del que solo serán conscientes una vez que haya transformado radicalmente el paraíso artificial en el que ahora viven.