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Neil Gaiman

American Gods

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  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    —Vamos a ver: un camino te hará sabio, otro te completará y otro te matará.

    —Creo que ya estoy muerto. Mi vida acabó en el árbol.

    Ella hizo un mohín.

    —Hay muertos, muertos y muertos. Depende de la perspectiva. —Volvió a sonreír—. Seguro que podría hacer alguna broma al respecto, algo sobre la perspectiva que da la muerte...
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    Durante un baile lento tira de ella y, con la mano en el culo de su falda, se la acerca posesivamente. Con la otra mano le toma por la barbilla y le levanta la cara; se besan allí mismo, con las luces de discoteca rodeándolos en el centro del universo.

    Poco después se van. Ella va balanceándose contra él y él la saca del baile.

    Sombra hunde la cabeza entre las manos y no los sigue, porque no puede o no quiere presenciar el momento de su propia concepción.
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    En la cama del hospital su madre se estaba volviendo a morir, igual que había muerto cuando él tenía dieciséis años, y ahí estaba él, un adolescente grande y torpe con la piel café con leche marcada de acné, sentado junto a su cama, incapaz de mirarla, leyendo un libro de bolsillo voluminoso. Sombra se preguntaba qué libro sería y rodeó la cama para observarlo de más cerca. Se quedó entre la cama y la silla mirando alternativamente a uno y otro lado, el chico grande repantigado en la silla con la nariz enterrada en El arcoiris de la gravedad, de Thomas Pynchon, intentando escapar de la muerte de su madre a través del Londres de los bombardeos, mientras la locura ficticia del libro no le proporcionaba ni una huida, ni una excusa.

    Los ojos de su madre estaban cerrados en una paz narcótica: lo que ella pensaba que no sería más que otro brote de anemia falciforme, otro azote de dolor que soportar, había resultado ser un linfoma, como descubrieron demasiado tarde. Su piel lucia un tinte amarillo ceniza. Apenas pasaba de los treinta y parecía mucho mayor.
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    —Yo a ti sí. Te estuve observando en Cairo. Te estuve vigilando. Le gustas a mi hermana.

    —Eres... —El nombre Sí—. Eres Horus.

    El loco asintió.

    —Soy Horus, el halcón matutino y el cobez vespertino. Soy el Sol, igual que tú. Y conozco el verdadero nombre de Ra, porque me lo dijo mi madre.
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    —Pero Wednesday y tú erais los dos del mismo... ambos...

    —El panteón escandinavo. Los dos éramos del panteón escandinavo. ¿Es eso lo que intentabas decir?

    —Sí.

    —¿Y?

    —¿Habréis sido amigos durante un tiempo, no?

    —No, nunca fuimos amigos. No me duele que haya muerto. Frenaba a los demás. Con su muerte, el resto va a afrontar la situación: renovarse o morir, evolucionar o perecer. Él ya no está, la guerra ha terminado.
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    Brahma crea. Vishnu preserva, Shiva destroza y Brahma vuelve a tener campo libre para crear de nuevo.
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    —Está hablando de Louise Brooks —dijo Nancy.

    —Pues mira, cuando Wednesday fue a hablar con ellos lo hizo durante la tregua —dijo Sombra en vez de preguntar quien era Louise Brooks.
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    —¿Judy Garland? —preguntó Sombra.

    Chernobog movió la cabeza de manera cortante.

    —Está hablando de Louise Brooks —dijo Nancy.
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    En la década de 1930 los habitantes de Lebanon
  • Abel Jimenez Gallardohar citeretsidste år
    My Heart Meant de Jenny Kerton.
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