Intuían que aquella mujer procedía de un lugar remoto, de una lejanía tan profunda y misteriosa como la selva más frondosa. Adivinaban que jamás llegarían a comprender las historias que les contara, si es que alguna vez se animaba a hablar, y que jamás se reirían de las mismas cosas. De modo que evitaban dirigirle la palabra y se mantenían a una distancia prudencial de Marie-Noëlle.