El cortejo al que Monty Bodkin tenía sometida a Gertrude Butterwick a bordo de Atlantic no iba precisamente viento en popa. Y toda la culpa la tenía Lotus Blossom, la estrella más rutilante del firmamento de Hollywood. El descarado sentido de la camaradería de la señorita Blossom, unido a la convicción de que Monty era el único capaz de devolverle a su anhelado Ambrose, estaba causando a Monty más de un quebradero de cabeza. Sin embargo, Lotus y Monty no eran los únicos adeptos al ceño fruncido. Estaban también Reggie Tennyson y Ikey Llewellyn. Los problemas de Reggie eran de carácter pecuniario, pero los de Ikey eran muchos más serios: llevaba algo metido en la cabeza, situación más que peligrosa teniendo en cuenta su capacidad mental…