Así pues, al tercer mes de haber sido alcanzado por un rayo, Cicoria –antaño una persona familiar, simpática y de trato fácil, casi indiferente a la música– estaba inspirado, incluso poseído por la música, y casi no tenía tiempo para nada más. Comenzó a pensar que quizá había sido «salvado» por algún propósito concreto. «Llegué a pensar», dijo, «que la única razón por la que me habían permitido sobrevivir era la música.»